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DE SUBOFICIALES Y NEGOCIOS El post “Suboficiales: eslabón esencial”, del 28 de marzo pasado, encabeza, con mucho, las visitas al blog. También los comentarios. Existe una gran preocupación y un tremendo desencanto entre los suboficiales del Ejército de Tierra. Así lo reflejan también directivos de algunas asociaciones como don Pedro Amador (ASFAS) y don Carlos Martín (ASFASPRO). Entre otras razones, por la posibilidad —que ven agrandarse día a día— del cierre de la AGBS, referencia y patrimonio común de los suboficiales. Hay que insistir, por tanto, en las consideraciones expuestas en el mencionado post, remarcando que ni es sabio ni razonable plantearse tal clausura aunque la Academia no parezca rentable económicamente. Desde luego sí lo es en otros aspectos. Entre ellos, el muy importante para la moral de muchos miles de suboficiales y oficiales que de aquélla proceden. Ellos, definitivamente, rechazan —y yo me uno a ese clamor— que se pierda esa referencia básica y común.
Quien corresponda debería hacer una reflexión profunda sobre esto antes de decidir. Y ya, de paso, también sobre algunos de los asuntos y “reclamaciones” que de una manera razonada se han expuesto en el mencionado post y, sobre todo, en sus comentarios. Al fin y al cabo, el ahorro que hipotéticamente pudiera lograrse con el cierre de la AGBS, es ridículo comparado con el que se obtendría meramente “limando” (no digo ya, suprimiendo) alguno de los llamados grandes programas, para dotar a las FAS de medios que no se van a utilizar. De los que, por cierto, hay varios. (Aquí dejo este asunto, de momento).
En otro orden de cosas, un tema al que tampoco se le da la gran importancia que tiene, es el relativo a las consecuencias negativas para el adiestramiento y la operatividad, de los recortes presupuestarios en 2012, que se suman a los hachazos ya dados en los tres ejercicios anteriores. Se tocó en el post “Las FAS más caras”, del pasado 1 de abril, pero merece que se insista sobre él. Que no se engañe a la opinión pública. Sin adiestramiento no hay operatividad: hay tembleque. Sin operatividad no hay fuerzas: hay militares. Sin fuerzas no hay defensa: hay organismos. Y sin defensa no hay seguridad: hay un cruzar de dedos. El JEMAD, en su reciente comparecencia en el Congreso para tratar de explicar lo difícilmente explicable sobre los presupuestos de 2012, ha alertado “suavemente” (no se vaya a convertir en el más efímero de la historia) de la grave situación de las FAS y del “aumento de los riesgos“ para la seguridad “que pueden superar a los de la crisis económica”. Claro que da la impresión de que un anuncio tal, incluso en sede parlamentaria, ante sus señorías y representantes de los medios, parece que a todos ellos les ha entrado por un oído e inmediatamente escapado por el otro, respectivamente, claro.
Uno desea fervientemente que en los tiempos a venir ningún piloto, o conductor de carro de combate, o cualquier otro militar, entregue su vida en acto de servicio por falta de entrenamiento para desarrollar su función. Porque dejando aparte consideraciones de orden moral (que no es poco aparcar), ahí —oído cocina— podría haber una exigible responsabilidad directa de alguien. No estaría de más que ese alguien se manifestara públicamente, asumiendo explícitamente la responsabilidad de los riesgos que para la seguridad del país y sus servidores militares suponen las mencionadas carencias. Para que las cosas no queden en el aire. Para que quede claro quién es quién en este mal negocio. Que siempre suelen pagar unos, mientras otros se van premiados, por ejemplo, a Londres.
Esa general falta de interés por importantes asuntos de defensa llega a todas partes. El pasado 10 de abril, una cadena de radio entrevistó al ministro de defensa, Sr. Morenés. Preguntas y respuestas poco tuvieron que ver con los graves problemas que hoy aquejan a las Fuerzas Armadas y a la defensa nacional, más allá de lo mercantil y financiero; de los negocios, vaya. A destacar, una redonda frase del Sr. Ministro, entre el enigma y la revelación: “Cuando acepté este cargo sabía a lo que venía”. Tal vez uno podría haber añadido: “quia pulvis es, et in pulverem reverteris”. Lo que, abusando de la tolerancia del lector, traduciría muy libremente por: que viene de la industria y a la industria ha de volver. Y, me temo, con un caché muy superior al que tenía antes de su nombramiento.
En conclusión, estamos ante una general y peligrosa desgana por la defensa nacional, tanto de responsables políticos como de parlamentarios y medios de comunicación. Sobran declaraciones laudatorias, grandilocuentes y huecas que, tantas veces, algunos de los anteriores expresan sobre las FAS y la defensa. Obras son amores. Esto me trae a la memoria una escena de “Lo que el viento se llevó” en la que Escarlata O’Hara (Vivien Leigh) pregunta angustiada a Rhett Buttler (Clark Gable) cómo va a ser el futuro de ella. La contestación que recibe es inequívoca: “Fankly, my dear, I don’t give a damn” (Francamente, querida, me importa un bledo).