• No necesito participar en las normas de personal que me afecten; ya se ocupan otros de ello y yo acato lo que se legisle aunque me perjudique.
• No quiero defender mis intereses profesionales. Lo que hay es lo que hay y para eso me hice militar.
• No debo proponer ni solicitar, ni siquiera sugerir asuntos que pudieran favorecerme profesionalmente. Me debo sentir cómodo y feliz con mi situación; lo demás es ser un indisciplinado y un conflictivo.
• Yo no tengo por qué promover iniciativas, ni mucho menos quejarme (¡hombre, por Dios!). Es que no debería ni planteármelo. Si eso, ya rajaré con los amigotes en el bar.
• Si algún día me tratan de forma indigna, me tragaré mi orgullo porque corre peligro mi futuro.
• Eso de asociarse no tiene mucha pinta de ser lícito; me mirarían mal y me podría sentir perseguido.
• Si algún día me limitan poder escoger mis vacaciones y permisos, lo acataré y no se me ocurrirá, ni por asomo, solicitar explicaciones.
• Nunca voy a necesitar ayuda jurídica porque la justicia “impera en los ejércitos”.
• Si alguien gana algún recurso gastándose su dinero, ya le pediré que me pase la instancia por si me conviene.
• ¿Mi opinión sobre las Asociaciones Profesionales? Eso son sindicatos ilegítimos que quieren acabar con la disciplina. Sólo van a lo suyo, a tomarse vinos a costa de los demás, no hacen más que quejarse pero nadie les escucha. Son agitadores y subversivos.
• Y por último, ¿problemas yo? Nunca los he tenido ni los voy a tener. El Mando siempre vela por mí.
Si te sientes identificado en varios o todos los puntos, está claro que NO debes asociarte.
Si te he hecho replantearte tus convicciones, te recomiendo que leas la Ley Orgánica 9/2011, de 27 de julio, de derechos y deberes de las Fuerzas Armadas.
Te aseguro que te sorprenderás y, quizás, sólo quizás, puedas plantearte cambiar de opinión.Enlace:
www.boe.es/boe/dias/2011/07/28/pdfs/BOE-A-2011-12961.pdf